El «monstruo» de los ojos enormes y saltones extendió uno de sus brazos tentaculares y señaló al rostro de Dick, haciendo que al chico se le encogiera el corazón de terror.
—No te asustes. Tienes que acostumbrarte a vernos. Sé que no puedes comprenderlo aún, pero tu aspecto me causa a mí la misma repulsión que yo a ti. Somos de distinta raza. Tú eres de la Tierra; yo soy de Nkra. Mi mundo no es como el tuyo.
Dick miró en torno suyo. La estancia tenía forma de hexagonal. Las paredes mostraban ranuras. La luz surgía de las ranuras. El conjunto resultaba algo extraordinario, como el hecho de haber abierto los ojos en aquel lugar, ¡y encontrarse con sesenta niños, todos cubiertos únicamente con «slips» rojos!
—Estamos viajando por el espacio — siguió diciendo el «monstruo» de piel terrosa y húmeda, cuyo aspecto recordaba a un sapo gigante, pero de distinta constitución.
Dick no estaba muy versado en zoología. Sin embargo, en su libro de Historia Natural había visto animales marinos de vaga semejanza con el «monstruo» que tenía delante, sentado sobre aquella especie de caja luminosa.