Extraña que los libros de J. Segura no hayan ya alcanzado una legión más grande de lectores. Su obra narrativa es un caso -cada vez más inaudito entre las nuevas camadas de autores- en el que se equilibran destreza narrativa y anécdotas atrayentes. Desde la primera frase, sus relatos avanzan hasta un fin previsto, mas no como lo sería una línea de metro o un aplicado joven narrador entrenado en talleres; sino con la audacia de un chofer peruano que debe cumplir una ruta, alguien que ha aprendido el oficio en la calle, en la vida misma... Y Segura acelera o pausa con una temeraria sinuosidad que nos distrae, espanta, emociona, pero nunca nos deja indiferentes. Por eso, al final, provoca, irremediablemente, el efecto sorpresa buscado. La ambientación peculiar y sin embrago cercana, la diestra caracterización de personajes y sobre todo el notable manejo del ritmo narrativo convierten a este conjunto de cuentos en la más atractiva muestra de la actual literatura arequipeña.
(Percy Prado)
Los empaladores del río Avión es un libro de relatos inquietantes. Desde sus primeras líneas el narrador atiende más la creación de la atmósfera que el planteamiento de una intriga. En esta narrativa lo interesante radica en las sensaciones que, tras la lectura atenta, se van produciendo como efecto, precisamente, de buen tratamiento del ambiente, los personajes y un lenguaje dispuesto a la creación de imágenes poéticas.
El lenguaje merece una atención especial. En estas breves líneas solo diré que es uno de los principales aspectos en los que radica eso inquietante de estos cuentos. Especialmente las descripciones gozan de elaboraciones bastante pensadas y las figuraciones pueden ser complejas, pero siempre logradas estéticamente. En la búsqueda de expresiones precisas, el autor no teme usar términos rebuscados como adolescencial, cascajales, atiplado, cuprosa. Es un gesto valeroso porque la mejor manera de respetar el idioma es abrazarlo en su dimensión más amplia posible.
Por los temas aboradados se diría que son cuentos realistas, pero la expresión es insuficiente si pensamos en el realismo clásico. Pues, si bien las historias son de esa raigambre, los ambientes y la atmósfera tienen un carácter expresionista. El cuento "El ablandador", por ejemplo, tiene todos los elementos de un policial. Hay un crimen, hay policías, pero el criminal ya está detenido y la policía quiere investigar las causas. Nunca se sabrá ello. El relato prefiere ahondar en la tensión psicológica de una situación así, elige la exploración de las sensaciones ante la muerte. Esto es lo que principalmente se narra.
"Matar lagartos" trata sobre una pareja de indigentes que viven como recolectores en la basura. Ciertamente, la situación se presta para un relato peruano realista clásico. Pero el cuento ni ocurre en el Perú ni es realista clásico. El espacio no es preciso, pero ocurre en una ciudad europea y de realismo, solo el planteamiento. El efecto que busca esta narrativa es contar algo a través del dibujo psicológico de los personajes, de la tensión en el ambiente. De hecho, uno de los momentos más altos de estos relatos lo tiene este que se produce cuando los indigentes, después de haber sufrido una serie de humillaciones, de manera inesperada son asaltados por un intenso deseo de "matar lagartos", es así como les llaman a la gente adinerada y ociosa.
Estos son solo algunos de los principales aspectos por qué Jhonatan Segura es un autor que a estas alturas de su producción literaria tiene una propuesta estética en su narrativa, algo que en estos tiempos muy pocos escritores jóvenes tienen. Los empaladores del río Avión, después de Los empedernidos y Expatrix, confirma...