En el oscuro, inmenso y silencioso mundo exterior, bajo la tenue luz grisácea reflejada por el planetoide, la astronave «Topace» efectuó la corrección deseada, desviando su aguda proa hacia la dirección del pequeño mundo próximo.
Los quinientos tripulantes de la nave supieron, por una señal acústica repetida tres veces, que había sido modificado el curso de su trayectoria. Al mismo tiempo, cambiaba también la tediosa y monótona rutina de las interminables horas de viaje espacial.