En la quietud de la noche, cuando el silencio se convierte en su único testigo, una voz familiar susurra entre sueños, trayendo consuelo y tormento por igual. Cada palabra pronunciada parece real, cada sonrisa un reflejo del pasado, pero el vacío persiste, implacable, como un eco interminable de lo que alguna vez fue y que jamás volverá a ser.
A veces, lo más difícil no es enfrentar la ausencia, sino convivir con la sombra constante de lo perdido.