Hubo un momento en que sentí que había algo mal en mí y fui a terapia, fui al psicoanálisis, pero nunca funcionó. No podía entenderme a mí misma.
No podía averiguar qué me pasaba, la gente me juzgaba, me malinterpretaba, y era difícil tener una vida social. Finalmente llamé a la puerta de la consulta de un psiquiatra y me diagnosticaron depresión y TDAH y llevo casi dos años en tratamiento.
En el proceso, cambié mi trabajo, mis relaciones y mi vida, comprendiendo que no era un problema de mi mente, sino de mi función cerebral. Pude recoger los frutos del odio a mí mismo y de la incomprensión y pude dejar ir el resentimiento y la frustración de no poder explicarme y de no poder excusarme ante los demás porque no podía explicarme.
El alivio de saber que no era una mala persona, sino sólo una enferma, me dio el espacio para perdonarme y la oportunidad de hacer mi vida más cómoda. Muchos adultos no entienden su "discapacidad de desarrollo" y espero que esto les ayude a vivir una vida mejor.